LECCIÓN DE VIDA
- fjruizmo
- 17 ene 2018
- 2 Min. de lectura
Estaba con unos amigos, comiendo un bocadillo en un famoso restaurante de comida rápida, justo delante del club dónde entrenábamos. Entre mis amigos, se encontraban las chicas del equipo. Aquello parecía una pelea de gallos. Diez adolescentes intentando impresionar a las chicas, que parecían estar más por sus cosas que por nosotros.
De pronto, vi pasar a un hombre por fuera del restaurante de comida rápida donde nos encontrábamos. El hombre parecía desaliñado, su pelo era largo y gris, y su barba rizada, del mismo tono que su cabello. Se notaba que hacía meses, quizás años que no tomaba una buena ducha y un buen aseo. En mis aires de “grandeza” típicos de adolescente e intentando impresionar a las chicas del grupo, miré a ese vagabundo y extendiendo mis manos, le ofrecí mi bocadillo.
Mi intención era burlarme y ganarme el aplauso de mi grupo, sin embargo, la vida tenía escondida una gran lección detrás de ese gesto tan mezquino y vulgar, aunque debo reconocer que lo hice sin maldad, más bien fruto del desconocimiento.

Mostrándole el bocadillo, y ante las risas de mis amigos, aquél hombre me miró fijamente a los ojos, y rompió su trayectoria, se giró y abrió la puerta del restaurante… Mientras se dirigía a mí, con la mirada fija y paso firme, noté como se me hacía un nudo en la garganta y mi pecho se encogía. ¿Qué iba a hacerme? Me asusté mucho, pero no podía escapar. La única salida estaba por dónde ese hombre había entrado.
Cuando llegó a mi altura, me cogió la mano, y con una mirada azul penetrante y un cariño que no puedo describir con palabras, me dijo: “no hijo, eso es para ti. Tomé malas decisiones en mi vida, y esa no es tu responsabilidad. Gracias de corazón.” Dio la vuelta y se fue. Jamás lo volví a ver, pero aprendí la lección más grande de mi vida. La HUMILDAD.
Humildad, porque estaba pasando por grandes desafíos económicos en casa, y me había burlado de aquél hombre; pero también humildad porque entendí, que aquél podía ser un futuro potencial para todos los chicos que estábamos en esa mesa.
(…)
Le pido a Dios que me de la oportunidad de volver a encontrarme con ese hombre de cabello gris y ojos penetrantes. Poder ayudarle, estrecharle la mano, darle un abrazo y decirle: “GRACIAS” Gracias porque él cambió mi vida. Él me enseñó un posible futuro y me mostró lo que no quería. Me enseñó la mayor virtud: la HUMILDAD. Y me ayudó a DECIDIR.
¡Vuélvete imparable! (I)
Laín García Calvo
Comments