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LOS BIENINTENCIONADOS

  • fjruizmo
  • 6 nov 2017
  • 3 Min. de lectura

Esto de leer algo historia de vez en cuando resulta interesante puesto que, al final, los denominados “hechos históricos” no son otra cosa que la manifestación de la condición humana de aquellos que participan en los mismos.


El inhumano fenómeno de los gulags es un ejemplo de ello. Leyendo testimonios que sobrevivieron y quisieron –o pudieron-, se advierte cómo la condición humana –aquello que nos diferencia del resto de seres vivos- puede perderse en apenas unos segundos porque alguien así lo decida.

En los gulags nació una nueva forma de vida: los zeks, gente confinada en aquellos campos de muerte a corto y medio plazo que tuvieron el miserable honor de ser los precursores de los campos de concentración nazis. Una “nueva raza” semihumana donde la vida valía menos que un suspiro y que, sin embargo, muchos de los allí esclavizados intentaban defender a su manera. Algo así como “moriré, pero no me mataréis”.


En este artículo me gustaría hacer referencia a uno de los múltiples grupos sociales en que el premio nobel Aleksandr Solzhenitsyn dividía la sociedad zek: los bienintencionados.


Este grupo estaba formado por personas de las más variadas procedencias que tenían un único punto en común: ser verdaderos “creyentes” de la revolución. Su fe en las proclamas soviéticas era hasta tal punto que constituía uno de los pilares más firmes sobre los que se sostenía su conjunto de creencias.

Y cuando fuera del archipiélago gulag, alguien era “invitado” a formar parte del mismo, los bienintencionados no cuestionaban aquella marcha forzada y daban por hecho que la persona en cuestión era culpable del delito que se le imputaba. Una actitud que pueda quedar patente en el dicho de “Algo habrán hecho”.


Y cuando eran los bienintencionados quienes se convertían en zeks, su visión de la realidad apenas se alteraba. Sí se apreciaba un cambio: ahora admitían que las detenciones podían ser injustas pero nunca voluntarias; era una “confusión”.


¿Imagináis que sucedía cuándo un zek traspasaba las puertas del gulag para quedarse? Tal vez hayáis acertado: no cambiaba en exceso. Día a día convivían con la deshumanización propia de estos campos de exterminios ocultos a la población o, tal vez, sea mejor afirmar: para una población que no quería –o no se atrevía- a reconocer su existencia.



Y hasta tal punto era su grado de fe que incluso intentaban convencer a los deshumanizados zeks de que aquello era un error, que los camaradas de los soviets no se podían equivocar así y que todo era consecuencia de una burocracia mejorable.


Y la mayoría de los bienintencionados murieron miserablemente, tratados peor que los perros guardianes de los soldados, olvidados y creyendo que todo era un error y que los dirigentes del partido –sobre todo el gran camarada Stalin- no estaban al corriente de lo que allí sucedía porque, de haberlo sabido, lo hubiesen evitado. Los camaradas no podían ser “así”.


¿Cómo podemos explicar la actitud de los bienintencionados? Pues recurriendo a la idea de “la condición humana”. Los zeks “irredentos” fueron personas incapaces de aceptar la realidad que sus propios sentidos les ofrecían. ¿Por qué? Porque su “ego” -entendido éste como el conjunto de valores, ideas y conocimientos que una persona posee y que configuran su personalidad- no podía admitir dicha realidad. Para hacerlo, necesitaban admitir que dicho ego estaba equivocado, que todos los cimientos en los que se sostenía su forma de entender la realidad eran erróneos. Un esfuerzo a realizar que la mayoría de las personas no podemos asumir. Y, a partir de aquí, con objeto de continuar adelante con la vida, preferían buscar cualquier excusa que justificase aquello que estaban viviendo pero que no podía aceptar. En definitiva, todo argumento –por débil, equívoco o falso que fuese- resultaba aceptable mientras le permitiesen continuar con su propia mentira.


Necesitaban vivir autoengañados. Y es que, cuando alguien acepta un engaño, ya no es engañado.


¿Les resulta incomprensible la actitud de los bienintencionados? ¿De verdad?


 
 
 

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