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COHEN & BUCKLEY

  • fjruizmo
  • 17 oct 2017
  • 5 Min. de lectura

Pocas son las personas que se atreven a ofrecer una definición concluyente de la Vida; hay que ser muy valiente para hacerlo. Por que la Vida –o el Destino- parece tener voluntad propia. Se suele mostrar negativa, esquiva o caprichosa aunque –las menos de las veces- parece equivocarse y traernos “champán en vez de chichón”.




El 7 de noviembre de 2016 fallecía en Los Ángeles, California, a los 82 años de edad, el que es considerado –junto a Bob Dylan- el mejor letrista musical de todos los tiempos: Leonard Norman Cohen. Hablar de este artista es hacerlo de los contrasentidos del ser humano, de su ascenso y decadencia, de la pasión y el hastío, de la razón y la sinrazón, del paso del tiempo y la llegada del final… Cohen ha mostrado como nadie –tanto en sus letras como en su transitar por la vida- las incoherencias propias de la sociedad del siglo XX.

Posiblemente su trabajo I'm Your Man sea el más conocido y celebrado. Un disco publicado en 1988 en el que Cohen apostó su prestigio y dinero –fue autopublicado-, y que supuso el que nuevas generaciones le prestasen la atención que merecía. Aún se recuerda hoy en día aquel video en blanco y negro del tema First we take Manhattan, del realizador francés Dominique Isserman, con la playa de Normandía de fondo por la que caminaba Leonard Cohen enfundado en una gabardina negra.


Y, sin embargo, el tema por el que la mayoría de las personas reconocen Cohen es Alleluyah, perteneciente a su disco Various Positions, trabajo publicado en 1984, y producido por John Lissauer para el sello Columbia. Con el paso del tiempo, resulta difícil creer que esta canción tuvo una aceptación relativa; no fue un gran éxito ni quedo en la memoria del gran público. Entonces, ¿por qué sucede esto con esta canción?


La respuesta a la anterior pregunta viene de la mano de otro artista: Jeffrey Scott Buckley. Nacido el 17 de noviembre de 1966, en Anaheim, California. Tal vez a alguno de ustedes –de vosotros- os suene el apellido Buckley. Efectivamente, Jeff –como así gustaba de llamarse- fue hijo biológico de Tim Buckley. Un artista, cantante y compositor de folk y jazz, de mucho renombre en las décadas de los 60 y 70, caracterizado y aplaudido por su amplio registro vocal y capacidad de interpretación. Utilizo el adjetivo biológico, porque Tim nunca se involucró en la crianza de su hijo Jeff, dedicando toda su atención al mundo de la música y las drogas hasta que, en 1975, una sobredosis le facilitó el tránsito hacia el “otro mundo”.




La niñez y adolescencia de Jeff se sitúa en el condado de Orange, en California, acompañado de su madre Mary Guibert, su padrastro Corey Moorhead y su hermanastro Jeffrey James. A los 18 marcha a Los Ángeles con intención de estudiar música. Tiempo después consideraría aquel periodo como “tiempo perdido” aunque del cual obtuvo amigos que lo acompañaron el resto de su vida. Después de participar como guitarrista en varias bandas, decide levantar el vuelo y aterrizar en la gran manzana. Y fue allí, en 1991, cuando la Vida comenzó a detenerse. Y es que, en un homenaje que se realizaba a su padre en la Iglesia de Sta. Ana, en Nueva York, decidió realizar cuatro canciones acompañado a la guitarra por su amigo Gary Lucas que enmudecieron al público. Y el mundo terminó de detenerse para escucharlo cuando decidió tocar habitualmente en un pequeño bar del Greenwich Village llamado Café Sin-é. Cuando la gente del sello Columbia volvió a respirar, le ofrecieron grabar algunas de aquellas actuaciones que tomaron cuerpo en formato Ep donde se incluyeron cuatro temas.


A partir de aquí, Jeff decide dejarse llevar por la música –algo que siempre había soñado- e inicia una gira por pequeños locales que, poco a poco fue creciendo, hasta llevarle por todo Estados Unidos y luego llegar hasta Europa. En sus propias palabras, la actuación que tuvo lugar en el Olimpia de París fue la mejor de su carrera.


Jeff Buckley se había convertido en un artista de absoluta referencia en el escenario indie con sólo un trabajo de cuatro temas y una gira mundial en pequeños locales. Su influencia en artistas contemporáneos y posteriores se antoja milagrosa. Jimmy Page, Robert Plant, Bob Dylan, Steven Wilson, Morrissey o Paul McCartney le mostraron su aprecio; PJ Harvey o Rufus Wainwright composieron temas en su recuerdo; o artistas como el desaparecido Chris Cornell de Soundgarden y Audioslave, Thom Yorke de Radiohead, Chris Martin de Coldplay o el gran Matthew Bellamy de Muse reconocen su absoluta influencia en su forma de entender la música.


Todo estaba preparado y orquestado para que su segundo trabajo, bautizado antes de su grabación con el nombre de My Sweetheart The Drunk, fuese un nuevo hito en la historia de la música –después del aclamado Grace- cuando, la noche del 29 de mayo de 1997, a la edad de 30 años, Jeff se reunió con la muerte en las aguas del rio Wolf, a su paso por la ciudad de Menphis. En ella habían quedado él y su amigo roadie Keith Foti con la banda para comenzar la grabación del mismo. Debido a la tardanza de aquellos, Jeff le propuso a Keith acercarse hasta el rio, escuchar música y hacer tiempo. Jeff, que ha conocía aquella zona, decidió introducirse en el agua mientras entonaba Whole Lotta Love de Led Zeppelin. Su figura desapareció de la vista de Keith en las oscuras aguas del Wolf para aparecer, cinco días después, flotando en las mismas, desnudo y en muy mal estado. ¿Accidente o suicidio? Nunca se sabrá. La autopsia concluyó que no había restos de drogas ni alcohol aunque el estado de sus restos no permitió obtener más conclusiones. El mundo de la música negaba la posibilidad de un suicidio dado que estaba a punto de comenzar la grabación de un nuevo trabajo. Sin embargo, las personas más allegadas confesaron que, días antes, les había comentado sus problemas de trastorno bipolar al igual que mala relación que mantenía con la compañía discográfica. Sea como fuere, nos encontramos ante un artista que influyó en toda su generación con tan solo un disco –Grace- y varios covers.


A estas alturas, es posible que ustedes se estén preguntando qué relación existe entre Leonard Cohen y Jeff Buckley que justifique un artículo tan largo como éste. Pues que en aquellas primeras actuaciones de Buckley en el Café Sin-é de Nueva York interpretó la mejor versión que jamás se haya escuchado del Allelujah de Leonard Cohen; que gracias a esa versión pudo grabar un Ep y firmar por el sello Columbia; y que gracias a esa versión Cohen volvía a ser conocido y recordado por todos. Les invito a que pierdan –o inviertan- su tiempo en youtube y recuperen la mayoría de las versiones del Allelujah (cuidado, se calculan que son más de 300) y comprueben como la mayoría de ellas no versionan el original del cantante canadiense sino la versión minimalista de Buckley. No existe un programa de jóvenes talentos en el orbe que no aparezca este tema y, sin embargo, posiblemente no encuentren ninguna parecida a la original.


Así es. Las nuevas generaciones hemos conocido el Allelujah de Cohen en la desgarradora versión de Jeff Buckley o la que hiciera John Cale en los noventa y recuperada una década más tarde en la película Shrek.

















 
 
 

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