HERENCIA CONDUCTUAL
- fjruizmo
- 15 ene 2017
- 2 Min. de lectura
Hace unos días llegó a mi perfil de fb uno de esos virales que te hace reconciliarte con la especie humana, aunque sea por unos momentos. En este se veía como un bebé –no le calculo más de un año- sentado en una mesa y un adulto, jugando frente a frente. En un momento dado, el adulto arrugaba una servilleta de papel y la escondía en su mano ante la mirada del bebé. En un rápido movimiento, lanzaba la bola de papel fuera del campo de visión del bebé y le ensañaba las manos. Este ponía una cara de incomprensión que hacía bueno el título del viral; estaba en portugués y decía algo así como “es para comérselo”. El adulto volvía a repetir el juego y, de nuevo, la expresión de sorpresa del bebé.
Además de la ternura del bebé –tan solo por ello ya merecía la pena prestar atención al vídeo- me pregunto el por qué de su expresión. ¿Conoce el bebé las leyes de la física como para considerar el truco como un imposible? ¿Conoce todas las cualidades de una servilleta de papel? ¿Y las de las manos de los adultos?¿Por qué no puede admitir que el papel tenga la propiedad de “esfumarse” o las manos de un adulto la de hacer desaparecer cosas? ¿Por qué su pequeño cerebro –todavía en formación- piensa de una manera tan lógica?
Me recordó a un mítico programa, por lo menos para la gente de mi generación: “El hombre y la tierra”, del igualmente mítico Félix Rodríguez de la Fuente. Aquella serie tuvo muchos momentos inolvidables. Uno de ellos fue el experimento con el polluelo de quebrantahuesos. El asunto fue más o menos así: “robaron” un huevo de quebrantahuesos y terminaron de encubarlo de manera artificial. Cuando la cría nació, la alimentaron también de manera artificial hasta que tuvo suficiente edad como para someterla al experimento. Este consistía en llevarla a un risco bien alto donde habían puesto un huevo de otra especie y una serie de piedras. Objetivo: conocer el comportamiento de la cría frente al huevo. Resultado: dicha cría cogió con el pico una piedra y la lanzó contra el huevo. Los primeros intentos fueron en vano pero finalmente acertó y comenzó a comer la yema y la clara del interior.
Rodríguez de la Fuente demostró que, eso que solemos llamar “instinto animal”, no era otra cosa que información conductual transmitida por vía genética. El polluelo no había visto a ningún ejemplar de su especie coger una piedra con el pico e intentar romper el huevo y, sin embargo, lo hizo como si así hubiese sido. Eso no es azar, es información.
Retomando el bebé del inicio. ¿Ese pensamiento lógico que mostró, de dónde venía? ¿Venimos “de fábrica” con un software preinstalado como herramienta para conocer nuestro entorno y prosperar en él? Tal vez la respuesta sea sí pero, entonces, se presentan otras tales como: ¿Existe selección natural en esta información transmitida/heredada? ¿Venimos a esta realidad con fobias y filias pertenecientes a otras personas? ¿Cuáles son los genes que transmiten información conductual?
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